Déjame ser el eco, del eco, del susurro de tu voz ya perdida entre las montañas,
la sombra de la gaviota que vuela ligera, se aleja, se despide, ya no vuelve.
Déjame ser el perfume de la primera flor que abre en primavera, la fragancia que apenas se percibe se confunde, se mezcla, se desintegra.
Déjame ser el crujir de las hojas volviéndose polvo con el tiempo,
o el grano de arena que se derrumba, que es arrastrado por el viento.
Déjame ser la mota de polvo que se desliza libre y serena,
inmutable, vagando entre el haz de luz entrando por tu ventana y la oscuridad del rincón.
Deja que me pierda en el sueño de nadie, en el país del olvido
Déjame en la nada.. en la na..
no existo, no soy


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