Reflexiones de un fin de semana amargo
(por suerte siempre hay otro día)


A veces me siento como un rayito de luz que se ahoga en la oscuridad, se desvanece, se corrompe.

Si sobrevivo, soy fría; si lucho, soy cruel; si tengo un objetivo, se trata de ambición. Si no lloro no tengo corazón, pero si lloro es porque quiero culpar a alguien por mi sufrimiento.
No me gusta la persona en quien me he convertido, el tiempo me ha enseñado a endurecer el corazón, a defenderme del dolor y el precio ha sido olvidar amar. Me cuesta decir " te quiero" y ya no sé si es porque no lo siento o sólo he olvidado cómo y cuándo decirlo.

Esperas que sea tu roca, tu cimiento y yo estoy hecha de arena; esperas que sea capaz de entenderte y yo recién comienzo a entenderme a mí misma. Quisiera que fueras feliz y que yo fuese un motivo de tu felicidad...



Por qué miro las estrellas


A mucha gente le gusta mirar las estrellas, algunos porque lo consideran romántico, otros porque son aficionados a la astronomía, otros porque simplemente saben apreciar la belleza de un cielo despejado en medio de una ciudad que se despierta con esmog.
La razón por la cual yo miro a las estrellas no es ninguna de las anteriores; me gusta observarlas porque al contemplar ese negro infinito, repleto de destellos me hace sentir insignificante, pequeña como una mota de polvo, flotando en la inmensidad, y esa sensación me transporta, me llena...


Quien somos

Entonces me pregunto...¿quién somos?
Cuando somos niños, todo nos resulta hermoso, grande y sorprendente, un mundo lleno de cosas por descubrir; estamos llenos de sueños y nada parece imposible de alcanzar. Es difícil encontrar el punto exacto en nuestras vidas cuando de repente todo cambia, pero si sabemos que cuando crecemos, cuando nos convertimos en jóvenes adultos, muchas cosas cambian. En ocasiones nos convertimos en personas totalemente diferentes a las que solíamos ser... comenzamos a dudar, perdemos la fe. Por alguna razón ya no parece ser todo tan maravilloso. Experimentamos angustia y por primera vez nos sentimos solos, desprotegidos, atrapados en alguna parte no definida y curiosamente, comenzamos a sentirnos pequeños.
Hemos cambiado, la inocencia se confunde con la estupidez. El ritmo de la vida acelera, por lo que intentamos alcanzarlo, aunque eso signifique dejar gente atrás .
Tal vez lo único que la niñez y el madurar tienen en común es el miedo. El miedo es la sensación humana más antigua. Lo experimentamos a través de nuestra vida de maneras tan diferentes y a tantos niveles. Dicen que la primera experiencia traumática del hombre ocurre al momento de nacer, en el momento que abandonamos el útero materno para salir al mundo. Hemos sido alimentados y gentilmente protegidos por alrededor de nueve meses hasta que de pronto somos empujados a un ambiente frío y hostil donde todo es desconocido. Esa es la primera vez que la vida nos fuerza a adaptarnos y quizás esa es la primera vez que sentimos miedo. Después de eso, no hay necesidad de preguntarse porqué en ocasiones somos tan acomplejados y problemáticos... pero así es la vida, y debido a que es la única cosa que conocemos, nos aferramos a ella.
Nos aterra el compromiso, el compartir parte de nosotros mismos con otros, porque nos sentimos vulnerables, tememos no ser aceptados, porque necesitamos sentirnos parte de algo,tenemos miedo a fallar, porque vivimos en un mundo extremadamente competitivo, tenemos miedo a amar, porque sabemos que podemos resultar heridos, tenemos miedo a quedarnos solos, porque no hemos nacido para estar solos, pero sobre todo, le tememos al cambio. El cambio nos sacude de una forma en que niguna otra cosa podría, da vuelta nuestro pequeño mundo de cabeza y nos permite mostrar nuestra más fina cualidad: la capacidad de adaptarnos, la oportunidad de sobrevivir al cambio y seguir adelante, esperando no tener que enfrentar otro cambio, pero secretamente sabiendo que habrán muchos cambios más en el futuro.
Who we are

So I ask myself the question...Who are we?
When we are children everything seems to be beautiful, big and amazing, we want to discover all, we are full of dreams and nothing is imposible to rich. It's hard to find the exact point on our lives when all of the sudden everything changes, but we do know that when we grow up, when we begin to became young adults many things does. Not just our bodies change, but ours souls too. We start doubting, we loose faith; for some reason it no longer seems to be evertything wonderful. We experience anguish and for the very fist time we feel alone, trapped somewhere, and curiosly we feel smaller.
We've changed, innocence is confused with stupidity. The rhythm of life speeds up so we try to catch it, leaving some people behind.
Perhaps the one thing growing up has in common with childhood is the sensation of feeling afraid. Fear is lihat's the way life is, and because is the only the thing we know we hold on to it. We are afraid of commitment, tke the most ancient human feeling. We experience it through lifetime in so many different ways and at so many levels. They say the first traumatic experience is birth, the arrive from our mother's matrix into the wild world. We've been fed, warmed and gently protected for around nine months till suddenly we are pushed to a cold and harsh environment where everything's unknown. That's the fist time life forces us tu adapt and maybe that's the first time we fear. After that no wonder why we became so screw up sometimes... But that's the way life is, and because it's the only thing we know, we hold on to it. We fear commitment, to share part of our selves with others cause it make us feel vulnerables, we are afraid of not being accepted cause we need to feel part of something, we are afraid to fail cause we live in a competitive world, we are afraid of loving, because we know we can get hurted, we are afraid to end up alone, cause we've born to live in community, but most of all we are afraid of change. Changes shakes us in a way nothing else can, it moves our little world and allow us to show our finest quality: the hability to adapt, the chance to survive the change, to embrace it and to move on, hoping we won't have to face another change, but secretly knowing it'll be plenty of them in the future.




¿Cómo saber si soy yo la que estoy equivocada, si soy yo la que estoy mal y no el resto?
Generalmente tenemos la sensación de que es el mundo el que se ha puesto en nuestra contra, y entonces surge el sentimiento de autocompasión que nos dice cuán injusto es que nos encontremos completamente solos luchando contra el mundo.
Pero la verdad es que ellos están equivocados, sé que lo están; lo sé con la misma certeza que en otras ocasiones y me vuelvo a sentir como el único cuerdo rodeado de locos.
Se trata de personas que no han sido capaces de superar sus traumas, individuos cuyas almas no han podido sanarse con el tiempo, y que creen que su sufrimiento, sus miedos y temores deben ser experimentados también por sus descendientes, es decir, por mi. Es como si en un acto egoísta y patético, parte del dolor causado por sus trancas se aliviara al ser traspasado a otras personas. Para elos no hay perdón, tampoco hay olvido.
Cada acción que hagamos conduce a una reacción de nuestro entorno, eso está claro, todos pueden entenderlo y resulta lógico; el problema es que muchas veces no somos capaces de predecir dicha reacción y menos de medirla.
Estoy cansada, cansada de nunca cumplir sus expecativas, de no encajar en sus modelos absurdos y rígidos que han construido acerca de cómo debiera comportarme. Es que en ocasiones es el tono de mi voz el que no está bien, o mi silencio, o mi falta de silencio... Les molesta que discuta, que no discuta, que salga, que no salga. A veces me siento atrapada en una caja con personas que no hablan mi propio idioma, porque no comprenden nada de lo que digo.
Pero de nuevo ¿Soy yo, es la muchas veces culpable adolescencia? ¿O existe la pequeña posibilidad de que en realidad ellos estén equivocados? Hablas con ellos, pero destrozan tus palabras y las combinan para formar frases nuevas, frases que tú nunca dijiste, pero que insisten en repetir y denuncian que de tu boca salieron; malentienden o quizás no entienden nada, y se las arreglan perfectamente para dar vuelta todo a su favor... Así son los padres.