El regalo que no te daré...

Te había comprado un regalo; aún está envuelto en papel de regalo sobre mi escritorio. No quería dártelo porque se acercara la navidad, porque sé que para ti esa celebración no tiene sentido, quería dártelo simplemente porque me hizo pensar en ti. Cada noche lo veo y cada vez pienso en que ya no te lo entregaré. Una de las razones es porque ya no te veo.. y la otra, porque por alguna razón siento que el motivo que originó en mí el deseo profundo de obsequiártelo ha desaparecido.
Pensaba contarte cómo se me había ocurrido comprarlo, cómo a partir de un sueño había decidido buscarlo y cuánto me había costado encontrarlo. Porque similares encontré muchos, pero no el que yo quería encontrar, no el que tenía grabado en mi mente. No podía encontrar ese globo de nieve que se regalaba en navidad... esos con nieve de plumavit, como la nieve de verdad y no esos que vienen ahora con escarcha brillante...., esos globitos de colección, esos que yo solía tener cuando pequeña y que rompí...
Pensaba contarte las veces en que en las tiendas me miraron con cara extraña porque al parecer nunca en su vida habían escuchado de estos famosos domos, globos o esferas de nieve; o las veces en que me dijeron que no encontraría porque ya no los hacían como antes, con nieve. Pero lo encontré y cuando lo hice me sentí feliz.


Creo que fue ese día..., ese día en que por primera vez me sentí incómoda a tu lado en que la ilusión comenzó a desmoronarse... no lo sé.

Ya dejé de buscarte en mis sueños... tal vez es tiempo de que deje de buscarte en el mundo real.


Adiós, mi Lunita :(

Sábado 22 - Está en mi memoria, ha estado presente, en mi mente, desde la mañana, o desde la noche anterior, donde se extrañaba su calorcito... su olor, cuando la abrazaba, la apretaba, aunque regañara. En la hora de almuerzo, cuando ya no hay nadie bajo la mesa, esperando que caiga algo de lo que comemos... a veces me parece sentir sus patitas caminando por el pasillo, pero no, ya no está. La extraño, echo de menos su hermosa carita, sus ojitos brillosos... pero la tristeza de su pérdida me ha llegado con extrema calma, y me molesta. Quisiera parecerme un poco a mi mamá, quien no teme gritar sus emociones, quisiera que me brotara el llanto, así como me suele brotar la carcajada... pero no puedo, no sale y eso me da miedo. Tengo miedo de que tantos años reprimiendo mis sentimientos, tal vez por dar espacio a quienes simplemente son incapaces de minimizarlos, me haya vuelto una persona fría, insensible. Eso es lo que mi mamá piensa (de mí y mi papá) y en verdad me duele mucho. Mientras íbamos en la micro, camino a la Iglesia (para oír la misa), me sentí triste, pero fue en el momento de sentarme en uno de los banquillos de la parroquia, en que pude llorar... y me sentí aliviada, me sentí bien: triste, pero viva. Me alivió el redescrubrir que no soy de piedra, que podía sentir... No sé por qué tengo tanto miedo a perder mi esencia, a deshumanizarme, a volverme de roca y hierro. Quiero imaginar que se encuentra trotando en un jardín de nubes... y que agita su colita, mientras va cortando las flores nuevas, y de vez en cuando, es sorpendida con una flor en el hocico, pero ya no se tira al suelo con las patitas hacia arriba, pidiendo perdón, pues sabe que ha hecho algo malo, porque ya no la retan; Dios le sonríe y ella sigue trotando... feliz. Adiós, mi Lunita.



Quiero que me domestiquen...

Hace dos días me leí por primera vez la clásica obra de Antoine Saint-Exupéry "El Principito". Si, recién a mis 21 años.. no digan que no tuve
infancia (ya me lo han dicho, por no haber visto Bambie o el Rey León ¬¬). Decidí leerlo, porque me dijeron que lo leyera, así de sencillo. En una conversación en medio de un asado dieziochero, salió el libro y a la audiencia le pareció inaudito que yo no lo hubiese leído y por ende, no tuviese opinión al respecto. Esta semana larga me pareció perfecta para hacer esas pequeñas cosas al parecer carentes de importancia, pero que me siento en la necesidad de realizar; leer "El principito" fue una de ellas, se viene la trilogía del Padrino y elevar volantines... Y bueno, lo cierto, es que me hizo sonreír, me enterneció y me fue posible rescatar hartas cosas... una de ellas es que comprendí que quiero que me domestiquen: quiero que me cuiden, que me necesiten, que me quieran como a La flor... quiero dejar de ser una entre miles semejantes, quiero ser única en el mundo, para aquél que es único en el mundo para mí. Porque claro, quiero que me domestiquen, pero no cualquiera, quiero que me domestique MI príncipe.


Déjame ser el eco, del eco, del susurro de tu voz ya perdida entre las montañas,
la sombra de la gaviota que vuela ligera, se aleja, se despide, ya no vuelve.
Déjame ser el perfume de la primera flor que abre en primavera, la fragancia que apenas se percibe se confunde, se mezcla, se desintegra.
Déjame ser el crujir de las hojas volviéndose polvo con el tiempo,
o el grano de arena que se derrumba, que es arrastrado por el viento.
Déjame ser la mota de polvo que se desliza libre y serena,
inmutable, vagando entre el haz de luz entrando por tu ventana y la oscuridad del rincón.
Deja que me pierda en el sueño de nadie, en el país del olvido
Déjame en la nada.. en la na..
no existo, no soy


Goodbye and Good luck

Hoy martes 10 de julio, puedo decir con una mezcla de dicha desorbitante y extrema calma que estoy oficialmente de vacaciones. Fue un semestre extraño: agotador en varios sentidos, pero bastante mejor que otros primeros semestres de cada año (en cuanto lo académico se refiere). Sip, comienzan las semanas de ocio, las semanas donde a veces, sólo a veces, hartos de estar haciendo nada, uno inventa actividades como "ordenar la pieza"..., semanas de encontrase con la gente q olvidamos durante el semestre o de seguir compartiendo con los que nos han acompañado desde marzo y antes. Y refiriéndome a esto último, si hay algo que detesto de los finales de semestre, al igual q los finales de temporada (en las series de tv), es cómo la gente comienza a desaparecer de a poco sin despedirse hasta que de pronto, ya no ves a nadie, hatsa de vuelta de vacas. Y es q no importa cuántas ganas tenga de estar de vacaciones, de olvidarme de la U, me da pena dejar a la gente, porque sé que la echaré de menos. Como tan fría a gente!
Muchos encuentran que exagero, pero es cierto! yo tngo una facilidad increíble para encariñarme con la gente y voy a echar de menos a mi curso, sí, al compañero odioso, al que no habla, al que habla demasiado, al que contesta todas las preguntas, al que me convida comida, al q se rié, al que anda con la cara larga la mayor part del semestre... a todos. Así que para todos ellos (aunq no lean esto) un beso enorme. Disfruten a concho este invierno y recárguense para agosto, q imagino, como siempre, q se viene duro.

Y para todos aquellos que han decidido abandonarnos, para seguir su propio camino, les deseo éxito, y sí... adivinaron... los echaré muxo de menos :'( :'( Soy de la idea de que uno es la persona que es, debido a los múltiples efectos que los que te rodean tienen sobre ti... como si fuéramos de plasticina y estuviéramos siendo constantemente modelados por los demás, para bien... o para mal. Un abrazo gigante!!







Gusto adquirido

Hace mucho que no escribía por estos lados... (no siquiera he escrito en mi cuaderno*) y la verdad es que lo echaba de menos, me hacía falta; encuentro que esto es terapéutico. Si alguien leyera este blog podría pensar que soy una persona depresiva o triste, o que me suceden cosas malas todo el tiempo :S pero afortunadamente no es así. No sé porqué siempre he preferido escribir las cosas tristes, mis crisis internas, mis miedos, mis frustraciones o mis penas, quizás sea por lo que decía antes: me resulta liberador esto de escribir lo que siento, lo que pasa por mi cabeza y que muchas veces quisiera gritarlo, compartirlo con el mundo y no encuento el cómo ni el cuando... Con las alegrías no me sucede lo mismo, porque es un sentimiento desbordante, se traspasa, y espontáneamente se comunica, se contagia. Al menos eso me sucede a mí, me hace sentir como en un musical, con ganas de caminar por la calle saltando (no se preocupen, nunca lo he hecho). Por eso no necesito escribirlo y si lo hago es sólo para recordarlo en la posteridad, para después de bastante tiempo leer y recordar que en tal momento fui feliz. Felicidad... es extraña, llega cuando menos la esperas y así de improvisto se va. Lo más curioso de todo, en mi opinión, es que rara vez estamos concientes de lo felices que somos en el preciso momento en que la felicidad ha tocado a nuestra puerta, es necesario que escape fugitiva para notar su ausencia, y pareciera que se trata de un estado anterior, de un pasado... Con esto no quiero decir que esté deacuerdo con la frase "todo tiempo pasado fue mejor", pero sí pienso que es un estado que tiende a recordarse, a veces incluso con nostalgia (como sucede con la infancia por ejemplo). Siempre he recordado las últimas dos líneas del guión de una película llamada "Thank God He Met Lizzie", donde el protagonista se acaba de casar y recibe una carta de un amigo, quien le pregunta si es feliz o no. Y el protagonista entonces responde: "que si soy feliz... pregúntame en 10 años y te diré si fui feliz". Cuando lo analizo, le encuentro la razón...

Bueno, me fui para otro lado. El título no tiene nada que ver con lo escrito antes, sino con lo que brevemente expondré ahora. La gente que me conoce sabe que nunca me ha gustado el café... y por eso no suelo beberlo, sin embargo hace pocas semanas por distintos motivos (entiéndase estudio en la mañana, muy temprano, con frío, en una sala donde hay hervidor y vasos y azúcar y sólo café, no té) me he tomado algunas tasas de café y la verdad es que las he disfrutado, y ahora creo que hasta me gusta... es un comentario sin sentido, pero a lo que voy, es que quizás el café sea uno de esos gustos que se adquieren con el tiempo, esos que de buenas a primeras desagradan, pero al final terminan por pegarse...




¿Cómo estás?

Esta es una de las preguntas más triviales. Creo que la mayoría de las veces, no la pronunciamos con verdadera intención de saber cómo está la otra persona, más bien es mera cortesía, es casi una especie de cliché, una frase hecha. Si hoy me hicieran esa pregunta, al deternerme en la calle, o en un pasillo, contestaría con otra frase "prefabricada", con una sóla palabra: "bien"; de esa manera después de un diálogo de no más de 10 palabras, cada persona continuaría en su camino, con sus cosas, con sus preocupaciones, sin verdaderamente haberse conectado con el otro. Porque a veces cuando te preguntan "¿Cómo estás?" existen dos respuestas: la corta y la verdadera, la respuesta larga, que no todos están dispuestos a escuchar, la más compleja, pero la que realmente importa... o debería importar.
Si me preguntaran entonces hoy que cómo estoy, y eligiera dar la segunda respuesta, esta sería: "cansada... cansada de soñar, cansada de esperar, cuando lo único que deseo es despertar. Cansada de reir en momentos de alegría superficial, cuando lo que busco es una felicidad plena...


GRACIAS POR EL FUEGO

Después de leer "Gracias por el fuego", de Mario Benedetti me vi en la obligación de escribir en este lugar (en caso de que alguien lo lea) algunos pasajes que simplemente me encantaron. Toda la obra es una fuerte crítica social y moral, sostenida en los pensamientos y actos de pocos personajes. Mientras la vas leyendo, pareciera que no existiese una trama definida... es necesario llegar al final de la historia para descubrir cómo de página en página se fue gestando, se fue construyendo un conflicto, que eventualmente, estalla...

"...Todavía no era el Viejo. Sólo Papá. Papá dicho y pensado minuciosamente a mis seis años. Ahora no hay jugueterías tan bien surtidas. Los juguetes parecían extenderse hasta el horizonte (...) Elige le juguete que quieras, dijo Papá. Yo había estado mirándome el zapato de charol. Alcé lentamente los ojos. Lentamente, para que el festín visual fuera llegando de poco a poco (...) Lo que más me gusta es la caja de soldados, pero me da mucha lástima que me guste precisamente eso, lo más barato. Hago fuerzas para que el triciclo me guste más que ninguna otra cosa. Tengo noción exacta de que el triciclo es el juguete más lindo, el que será codiciado por los otros chicos de mi calle. ¿Y?, vuelve a preguntar papá, esta vez consultando el reloj. Quiero los soldaditos. Lo digo en mi media lengua. Mucho tiempo después pude comprender que tanto Odonne [el vendedor] como papá, por distintas y comprensibles razones, se habían sentido defraudados. (...) Quiero los soldados repito con una firmeza que no deja lugar a ninguna esperanza para Odonne. Papá sonríe. Me mira. Esos ojos azules y, sin embargo, cálidos. Se quita la boquilla antes de decir: Lo que vamos a hacer es llevarnos diez cajas de soldados. le abrazo una pierna. Después me doy cuenta de que estoy aplastando la filosa raya del pantalón. Aflojo la presión..."

"... A veces viene Víctor y jugamos al rango, a la escondida, pero me gusta más estar solo, solo con mis juguetes, inventándome un mundo, creándome historias, heroicidades, luchas. (...) Yo me introduzco en mis propios episodios. Una colina, un avión, un faro. Jamás olvido situarme en una elevación, a fin de dominar bien todo el panorama. Me gustan los soldados de plomo porque puedo dirigirlos, concentrarlos, distribuirlos, derribarlos, agasajarlos, darlos por perdidos. Todo aquello para lo cual uno se siente autorizado cuando se siente el amo omnipotente de cientos de vidas rígidas, con un ademán eterno y una postura única.
(...) Cuando me acostaba, tenía siempre la sensación de estar indefenso, de estar abajo. Abajo era, por ejemplo, mirar hacia aquel techo temible y manchado que podía caerse. Abajo era mirar aquella bombilla eléctrica, con su garabato de luz y las cinco moscas estáticas en el cordón, a la espera de algo. Me hacía, me hago un cuento. Cuando venga papá, en la última visita antes de acostarse, y apague la luz, las moscas se llenarán de oscuridad, se inflarán de oscuridad, se convertirán rápidamente en monstruos negros y empezarán a volar sobre mi sueño, rozándolo de vez en cuando con sus patas, que para entonces habrán de ser gigantezcas y peludas. Sé que este cuento es mentira, pero experimento un disfrute tembloroso al construirme este terror particular, para mi uso exclusivo, y las pocas noches en que he gritado, sacudiendo la espesa, impenetrable oscuridad, con un largo alarido, éste ha sido sincero, espontáneo, tan irracional y tan primitivo como si yo fuera el consciente inventor de mi propio pánico. En esos casos, acude papá, en su pijama a rayas, enciende la luz y, naturalmente, no hay ningún peligro. Yo sé de memoria todo ese proceso. Pero sólo provisoriamente me tranquilizo. En mi cuento me he adelantado a explicarme que, cuando la luz se enciende, los espantosos monstruos vuelven a ser noscas inmóviles en el cordón que pende del techo..."



L i f e i n g r e e n


Hice este hermoso collage inspirado en una de mis últimas obsesiones por estos días... el verde, pensándolo bien, tengo bastantes obsesiones... pero son todas saludables, de eso estoy segura.

Después de todo, quien puede asegurar que es "normal" ? Y si de pronto, no somos normales, ¿qué tendría de malo? La gran mayoría de los genios contemporáneos, entiéndase músicos, escritores, pintores, físicos y matemáticos poseían su cuota de locura, un fragmento de alma que los apartaba del resto, que los hacía destacarse. Una vez alguien escribió que la locura era simplemente un estado mental que permitía una percepción de la realidad mucho más profunda, sensible y dolorosa... y creo que quizás quien lo escribió tiene razón.










Crystal ball


Hace días que tengo pegada una canción... lo que no es nuevo. A veces se vuelve realmente molesto, cuando la melodía te sigue a todas partes y no puedes evitar tararearla y cantarla en tu mente. Por eso, lo que suelo hacer en esos casos es bajar la canción y tocarla en el reproductor tantas veces como sea posible, luego de tanto escucharla, el "furor" pasa y la canción se va...


Pero lo que me gusta de esta canción, más que su melodía, es la letra. Es muy cierto que en oncasiones nos encanta como suena una canción, pero cuando revisamos su letra nos damos cuenta que dice poco o nada, lo que resulta decepcionante. Esta canción me gusta porque alguna de sus frases logran explicar ese sentimiento de sentirse un extraño en el mundo, de no encajar o de ir desvaneciéndose.

Recuerdo haberme sentido de esa forma, no hace mucho tiempo atrás. Recuerdo que mientras miraba por una ventana, sin estar observando nada realmente, sentía que me iba desintegrando. Me sentía dispersa, ligera, volátil, sin embargo no libre. La sensación era bastante extraña y no, no se debía a ninguna sustancia alucinógena. Lo más probable es que haya sido una reacción a la primavera...

Acá va la letra, en realidad sólo parte de ella:

(...)
Lines ever more unclear
I'm not sure I'm even here
The more I look the more I think that I'm
Starting to disappear
(...)
Oh, crystal ball, hear my song
I'm fading out, everything I know is wrong
So put me where I belong
(...)
I look myself in the eye
There's no one there
I fall upon the earth
I call upon the air
But all I get is the same old vacant stare
(...)
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Estoy en cualquier parte, en ningún lado, desvaneciéndome, mezclándome con el azul infinito del cielo. Liviana y frágil, una mezcla de torbellino y brisa, que me sacude por dentro, pero me deja calma.


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En una de las últimas clases, temprano en la mañana; en esas donde la mirada muchas veces se perdía en el vacío profundo de la pantalla del proyector, el profesor logró llamar mi atención. Lo que dijo de alguna forma abrió mis ojos, cambió mi forma de pensar. Ahora suena totalmente exagerado, pero en ese momento me pareció una verdadera revelación: "el tiempo es discontinuo"

Sus palabras exactas fueron "Está científicamente comprobado que aunque existiese un instrumento infinitamente exacto para medir el tiempo, existirían espacios entre cada medición de tiempo, lo que demuestra que el tiempo no es continuo, sino discontinuo, la vida avanza dando saltitos". Ahora que lo escribo no parece gran cosa, basta con sólo mirar cómo se mueven las agujas de un reloj para saber que entre cada segundo hay un espacio de tiempo no contabilizable. Pero se trata de algo más grande que eso, si lo pensamos bien todo en el universo está construido a través de partículas, las cuales son discreta, de una manera bastante simplona, todo está formado por puntos y espacios. Me encantó la idea, la idea de que el tiempo, si es que en verdad existe como entidad física, no fuese un continuo, de que la vida avanzara dando pequeños saltitos.

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Se han preguntado, por qué nos gustan las fotografías? No importa sin son a color o en blanco y negro, si retratan gente o paisajes, si son artísticas o no; todas capturan un momento, un instante de tiempo... un segundo que no volverá a transcurrir. Porque de todo lo que huye de nosotros, de todo lo que dejamos escapar, lo que más duele con el pasar de los años es el tiempo.
Creo que tomamos fotografías, por la misma razón que escribimos nuestras historias y sueños, por temor a olvidar aquellos rostros, aquellos lugares o aquellos momentos que de alguna u otra forma significaron algo en nuestras vidas.