¿Cómo estás?

Esta es una de las preguntas más triviales. Creo que la mayoría de las veces, no la pronunciamos con verdadera intención de saber cómo está la otra persona, más bien es mera cortesía, es casi una especie de cliché, una frase hecha. Si hoy me hicieran esa pregunta, al deternerme en la calle, o en un pasillo, contestaría con otra frase "prefabricada", con una sóla palabra: "bien"; de esa manera después de un diálogo de no más de 10 palabras, cada persona continuaría en su camino, con sus cosas, con sus preocupaciones, sin verdaderamente haberse conectado con el otro. Porque a veces cuando te preguntan "¿Cómo estás?" existen dos respuestas: la corta y la verdadera, la respuesta larga, que no todos están dispuestos a escuchar, la más compleja, pero la que realmente importa... o debería importar.
Si me preguntaran entonces hoy que cómo estoy, y eligiera dar la segunda respuesta, esta sería: "cansada... cansada de soñar, cansada de esperar, cuando lo único que deseo es despertar. Cansada de reir en momentos de alegría superficial, cuando lo que busco es una felicidad plena...